EL DETECTIVE

       Esperó hasta que el sol se escondiera y salió de su guarida. Las sombras habían avanzado sobre la ciudad y encontraba en esa oscuridad su lugar de vida.

       El parque era su lugar preferido. Cada noche se escondía entre los arbustos y cuando la gente pasaba la asustaba. Hacía varios años que hacía lo mismo y, aunque la policía buscaba infructuosamente, jamás había acertado las pistas claras que iba dejando.

       Era un acertijo. Dos detectives habían caído en sus trampas y los encontraron muertos en uno de los sectores más concurridos. Eso precipitó a la policía a buscar una solución urgente, por lo cual se solicitó la ayuda de un famoso detective. Este, después de interiorizarse en la causa, descubrió lo que otros detectives no habían descubierto: un error.

        Había cometido un error. Luego de un somero reconocimiento del lugar, el detective preparó un plan, en el cual hasta el más mínimo detalle había sido revisado una y otra vez.

        Y no podía fallar: hacerlo era dejar el orgullo de la policía por el suelo, más todavía sabiendo que era un caso que llevaba años sin resolver.

        Se vistió bien y bebió un poco de licor. Ya en el parque, lo cruzó en forma tambaleante (estaba lúcido, pero debía aparentar estar algo borracho) y se sentó en uno de los bancos. Una mujer avanzó lentamente, dudó unos segundos y se sentó un banco más allá.

         Intrigado, el detective se acercó a ella y comenzó a hablarle. La muchacha, que era bonita, apenas sonrió…

       -Estoy esperando a mi enamorado -le dijo con voz suave.

       -¿No te parece demasiado temerario el lugar? Está muy oscuro para una muchacha bonita como tú…

       -Yo no le temo a nada -contestó, esta vez con voz firme y decidida y mirándolo a los ojos- Nada puede pasarme.

       -¿Cómo puedes estar tan segura? Esta zona es peligrosa: alguien anda por aquí asustando a la gente. Deberías estar en un lugar más seguro. Déjame sentarme a tu lado…

        El detective se acomodó y en unos instantes la belleza y la grata presencia de la mujer lo habían fascinado. Se olvidó por completo de su misión y se dejó llevar por esa agradable situación.

        -Creo que estoy enamorándome de ti -le dijo.

        -Ya lo sé: estaba esperándote -contestó ella, deslizando sus manos por sus mejillas-. Siempre supe que vendrías… Ahora, cierra los ojos porque tengo una sorpresa para ti.

         Sus manos tomaron las de él y una risa cruzó sarcásticamente el aire. Asustado, los abrió y vio que la muerte estaba frente a él, tomándolo de las manos y riendo.

          Al día siguiente, la policía lo encontró inerte en el mismo banco donde se había enamorado de la muerte.

                      Este fue mi primer cuento premiado. Concurso para autores inéditos. Municipalidad de Córdoba, 1996.

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