BESO INOCENTE
No sé si besarla. Todos me dicen que debo hacerlo, aunque no comparto tanto la idea de mezclar nuestras salivas, porque me parece asqueroso.
Ella me observa, expectante. Sus ojitos pícaros me miran divertidos, como si no comprendieran qué estoy esperando. Me da a entender, con sus gestos casi inocentes, que ella está dispuesta a avanzar hasta el siguiente nivel. Aunque sé que no es su primera vez, tampoco es la mía, pero hay algo en mi timidez que no deja que me decida. Hasta se me sube el rubor a la cara, típica reacción adolescente…
Ya sé que tengo que tomar una decisión, porque si no lo hago se va a ir con otro. Y, realmente, no quiero que lo haga, porque, si no lo hago (lo de besarla), ella lo hará (lo de irse con otro).
En fin… Voy a hacerlo: ya no encuentro excusas para seguir negándome… Es ridículo que, con cincuenta años cada uno, aún nos comportemos como dos adolescentes inexpertos…